jueves, 24 de mayo de 2012

Una película necesaria: “ Y también la lluvia”


Porque estamos en la época de espejitos  de colores, porque la perversión es siempre tan brutal como atemporal,  considero que la película de la española Iciar Bollain, nos invita a un debate actual y necesario.  Filmada en 2010 en Cochabamba (Bolivia), con el marco de  la famosa  guerra del agua, en el 2001, la directora hace conjugar la colonización española al mando de Colón y el enfrentamiento de los bolivianos 500 años después, ya no por el oro, sino por un elemento vital: el agua.
A través del recurso de filmar  una película dentro de otra, se puede seguir el tema principal, que es la estructura de  poder y la humillación que sufre  el más débil en las organizaciones  corruptas.
El film se torna absolutamente actual, cuando en la voz de uno de sus personajes nos grita en tono desesperado: “Es que no hay nadie” frase que nos remite a la falta de garantías, al  vivir sin códigos en un mundo donde el otro cierra los ojos a la subjetividad.
“Y también la lluvia”. España 2010. 104’
Con Luis Tosar y Gael Garcia Bernal y Carlos Aduviri

miércoles, 11 de abril de 2012

Comentario de “Habemus Papa”

Ya que estamos en época de pascuas, me parece muy atinado comentar el film de Nanni Moretti.
Si bien “Habbemus Papa” no toca la estructura de la Iglesia, como en  “Las sandalias del pescador” con Antony Queen; o la película de M.Beloquio, “La hora de la religión”; hay que decir que Nanni Moretti la muestra y la muestra bien.
 Con una estética cuidada que reproduce la Capilla Sixtina  en los estudios de Cinecitá, el director utiliza el tema de la elección del Papa para tratar el tema de ser el Uno, el peso y la responsabilidad de ser ‘el elegido’.
Los nombres son importantes nos dice el personaje del psicoanalista,  y no es casual que el Papa en cuestión se llame Mellville, como el autor de Bartebly, el escribiente que inventó la fórmula del “Preferiría no hacerlo” para responder a una sociedad aplastante que no lo diferenciaba.
El Papa también inventa una respuesta: “No estoy a la altura”- dice- y es en ese punto que Moretti nos muestra una diferencia universal: estar a la altura de la norma o estar a la altura del deseo.
El marco no es cuadro; la norma no es el deseo. La norma define el sentido, aunque sea un sentido vacío.  Hay una escena maravillosa y es justamente,  la ventana enmarcando el vacío. Allí, no hay nadie que pueda habitarlo aún. El hábito no hace al monje! Ni a nadie que intente vestirlo. Se trata de hacerse cargo con responsabilidad.
Esto también vale para el psicoanalista, actuado por el propio Moretti, que por ser el mejor queda solo en su matrimonio, y encerrado en esos muros papales, sin conexión.
Hay en el film una crítica al psicoanálisis clásico, al que pregunta por el padre, por el Edipo, sin apuntar al sujeto de deseo.
“Todo cambia”- suena en la voz de Mercedes Sosa.
Todo cambia, digo, también para el psicoanálisis, que ya no utiliza la historia, sino un real que no tarda en hacerse escuchar a través de los síntomas.

jueves, 6 de octubre de 2011

El gato desaparece

   " El gato desaparece" de Carlos Sorín, es una película que nos plantea preguntas en relación a la locura.  La trama es sencilla: después de una internación producida por un brote psicótico, Luis vuelve a su casa. Y allí comienza otra locura, la de su mujer que vivirá con la constante inquietud de constatar si el brote se repetirá, o quedará realmente curado. Ella lo espera, lo presiente, lo anticipa...
Qué sucede con la familia del psicótico, cuando éste se recupera?
¿Dónde queda la locura que había sido depositada en él?
Vivir esperando el brote psicótico, no es acaso una manera de anticiparlo? 
Los hechos de la realidad pierden el sentido cotidiano, para transformarse en un código delirante en si mismo. Cada palabra, cada mirada, cobra una significación impregnada de locura.
Que diferencia entre psicosis y locura?
Lanzo simplemente la cuestión porque el tema me parece apasionante.

miércoles, 22 de junio de 2011

“La primera sesión”. Un film de Gerard Miller

Por Diana Paulozky

¿Por qué alguien acude a un psicoanalista?
¿Cuál es la primera impresión, lo que rodea a ese acontecimiento único, que es el encuentro con lo más extraño y lo más íntimo de nosotros mismos?
¿Cómo encontrar a un psicoanalista, cómo saber si será el estilo adecuado?
Esas son algunas de las cuestiones que se desarrollan en este documental realizado con una cuidada estética y sorprendente precisión.
16 sujetos  son entrevistados por el talentoso Gerard Miller. Escritores, maestros, actores, estudiantes, empresarios y personajes como Claude Chabrol, Patrice Lecont, Carla Bruni, Karl Lagerfeld desfilan junto a psicoanalistas como F. Leguil, Guy Trobas, Luis Solano,  entre otros.
 La cámara va y vuelve sobre las distintas cuestiones, se pasea por el consultorio de Freud, distintos divanes, las calles de Paris…y vuelve al  exquisito “Teatro de París” donde estas entrevistas tienen lugar, como marco a ese clima íntimo en el que se produce algo tan particular,  que logra conmover.
Las escenas evocan y se mezclan con aquella película de P. Lecont, “Conversaciones muy íntimas” que trata de abordar esas inquietantes cuestiones,  que este documental sostiene: ¿Qué escucha un psicoanalista? ¿Qué valor tiene el silencio?
¿Cuál es la distancia óptima? ¿Por qué el pago es tan importante?
 En suma, Gerard Miller logra realizar un documento tan  vivo que hace que los diálogos continúen en cada  uno de nosotros.

sábado, 4 de junio de 2011

“Cinco minutos de gloria” de Oliver Hirschbiegel

Por  Diana Paulozky

Entre la culpa y el perdón. Así podría llamarse este excelente film situado en la lucha de Irlanda del Norte. Allí tiene lugar el acontecimiento, un crimen producto de la lucha entre protestantes y católicos. Lo que cuenta es que, pasados más de 30 años, el asesino y el hermano de la víctima se encontrarán en un programa de TV, llamado: “Verdad y reconciliación”. Sabemos que ambos son imposibles. La verdad no existe como tal; y hay algunos hechos que son imperdonables y que no admiten reconciliación alguna.
La película muestra cómo mayormente se mata por razones personales, adolecentes e insensatas y fundamentalmente sin medir las terribles consecuencias que estos actos conllevan. Es por ello, que el agresor intenta redimirse trabajando en grupos de autoayuda y alertando sobre la entrada de los jóvenes a sectas o grupos ideológicos que lavan el cerebro.
Por otro lado, la víctima, el hermano que carga no sólo con  la terrible escena, sino con el peso de  la culpa que su madre marcará para siempre. Es ella la verdadera razón de su condena y su odio.
Hay un tercer protagonista: los medios de comunicación, que intentarán ponerlos a ambos en objetos de consumo. Ese ojo que lo quiere saber todo, con una decisión y morbosidad sin miramientos. Ese ojo que mira sin mirar.
Dicen que el tiempo cura las heridas. Nada más engañoso. No sólo que no cura, sino que acrecienta el dolor con el que se aprende a convivir. Es necesario otro tipo de abordaje que no objetive, sino que tome en cuenta al sujeto en tanto tal. La película abona esta idea y lo demuestra.


jueves, 2 de junio de 2011

“ Los sospechosos de siempre” de Bryan Singer (1995)

Por Diana Paulozky.

Sin duda es una muy inteligente película neo-noir, con cierto estilo Tarantino,  tan bien elegida para nuestro ciclo de lazos y trampas.
No sólo la vemos, formamos parte de ella, somos enlazados y entrapados en la trama. Una trama que rompe el relato de sucesión de hechos,  que nos confunde en el tiempo y  con un final tan sorprendente como ingenioso.
 Un final que nos remite al principio y cambia todo el sentido del film. Mientras que vemos la película como un policial que persigue las bandas del narcotráfico, el final descubre un teatro hecho de pequeñas cosas cotidianas, un manipulador que improvisa, un ideólogo que se burla del especialista, demostrando que la verdad está ahí, a la vista.
 Esa última escena que descubre la fragilidad de una trama inventada con los nombres del despacho del policía, que Kobayashi, el agente oriental  que era el principal mediador con el jefe,  no era más que la marca de la taza de café que bebían en el interrogatorio,  es el colmo de la burla.
Voy a tomar la frase, que para mí  es el eje, sobre el que se estructura todo el guión y algunas coordenadas para analizarla.
La frase es “Lo mejor que hizo el diablo es hacernos creer que no existía”.
Vemos así, que el agente todopoderoso del  mal puede encanarse en un débil y descubrimos que aún cuando el lastimoso Verbal Klint le da la pista al policía, preguntándose por qué Keyser Soeze lo dejaría libre a él,  (después de matar a todos) y él mismo se responde: “por tonto, por rengo, por débil” es una pista que de tan evidente, produce ceguera.
 Y es entonces que ya tarde, cuando el policía se da  cuenta de la burla, se desata el nudo y se desarma el teatro que muestra que el pobre lisiado Verbal, era el mismo poderoso y temido Keyser Soeze.
 Quien inventó a quien? Es Verbal la creación de Keyser o es Keyser la creación de Verbal? Acaso  Keyser es la invención de su propio mito?
 De hecho hay alguien que por saber del poder de un mito, le presta el cuerpo y de ese modo lo hace existir.
 Creer en algo es hacerlo existir.

La verdad tiene estructura de ficción.  Cómo apresamos la verdad? Dónde encontrarla? Cómo diferenciamos el mito, la fabulación, la creación, la mentira de lo verdadero?
Fellini decía: “Lo he inventado todo para poder contarlo”.
 Boris Vian, el escritor, decía: “Esta historia es enteramente verdadera. La imaginé así de un extremo al otro”  y cuando le preguntaban a Fassbinder por las historias de sus películas, respondía que todo el arte es verdadero y que lo verdadero no depende de los hechos sino del lenguaje.
No nos enfrentamos con la verdad. Hay un mito que muestra bien esto. ICARO, que se acerca tanto al sol, que se quema las alas.
La verdad no se dice. Recordemos que eran los bufones de corte quienes podían decir la verdad, porque estaba en el lugar del velo, de la representación,  como Hamlet que monta un teatro para que hagan las veces de la verdad o se hace pasar por loco para decirla.
 La verdad responde a una lógica posicional. Cuando se espera una verdad, la mentira se hace verdadera. Es lo que nos muestra el famoso chiste de Freud: Por qué me dices que vas a Lemberg, para que yo piense que vas a Cracovia, cuando en realidad vas a Lemberg”. Es paradojal. Me mientes cuando me dices la verdad. Es que la verdad se dice a medias, porque se dice y el relato siempre dice más de lo que se cree decir.
 Esconde y revela a la vez. Esconde porque revela.
 El relato es una forma de convencer al otro, o sea de vencerlo. Verbal lo vence al policía al con-vencerlo sobre Keyser.
Crea un mito, lo arma, le da cuerpo y lo hace verdadero, lo hace existir.
Cómo surgen los mitos? Existió Edipo o es la forma que Sófocles da a los fantasmas que escuchaba? La literatura y  hoy el cine, captan lo verdadero de la época  y crean personajes.
 Por ejemplo a mediados del siglo XIX, Baudelaire con “Las flores del mal” crea personajes malditos, angustiados, los malos que representan al diablo. Mefistófeles y Fausto de Goethe pertenecen a esta vertiente. Hay toda una diabolización de la literatura que produjo identificaciones con los personajes malditos. Ya no es la bondad natural de Rousseau del XVIII. La creación de un mito no es sin relación con la ideología, con la política. Se trata del uso, del poder que hay en ellos.
Podemos pensar en el manejo que hace Bush creando estrategias del miedo. Juega el papel de Verbal, Se propone como el bombero que apaga el fuego que él mismo ha encendido. Así  la creación de un supuesto ataque terrorista sirve de justificación para sus ataques supuestamente preventivos.
El miedo se crea, se produce casi como un nuevo objeto. Hay toda una economía montada en relación al miedo: barrios cerrados, vigilancias, sistemas de alarmas etc.

El poder performativo de la palabra.  Vemos lo que la palabra dice y lo que lleva, lo que trasmite en su formulación. La palabra crea realidades, como lo hace el padre de “La vida es bella” a su hijo.
Vemos en “Los sospechosos...” el mecanismo de la creación del rumor. “Un rumor es un rumor si no muere”dicen en relación al mito de Keyser Soeze .
 En esto está no sólo quien lo dice, lo crea, sino quien le presta oídos, cree en él y lo trasmite. Un rumor puede hacer subir el dólar, caer bancos de dinero, provocar una huelga, etc. El rumor crea realidades. Se habla, se difama, se inventa como estrategia de manipulación.
 Recomiendo la película “Rumores”de Guggenheim para ver como se hace un rumor y las consecuencia que el decir tiene y como la creencia torna verdaderos los hechos. El rumor que el dólar va a subir lo hace subir. La creencia lo hace existir. Hay un goce en el mecanismo del rumor que lo hace fácilmente trasmisible. El rumor y la noticia son lo mismo o el rumor se hace noticia y pasa a ser verdad.

La carta robada.  Por último quería tomar “The pourloined letter”, de Edgard Allan Poe, traducida por Baudelaire como “La carta robada” que  muestra como la verdad no se esconde en el fondo oscuro de la noche, sino que está a la vista, en la superficie.

Es Dupin quien la encuentra allí donde nadie supondría que puede estar. Mientras la policía la busca en los escondites más sofisticados, la carta se muestra como Verbal, en frente del policía y se burla de él. Pero la rutina de su búsqueda obsesiva por lo esperable mata toda posibilidad de sorpresa. Revisan la casa pulgada a pulgada y ella, la carta está donde se guardan las cartas, tan a la vista que nadie la ve.

      Dupin sabe del accionar de su contrincante. Sabe que un inteligente puede hacer de idiota para lograr su objetivo. El diablo puede estar en la piel de un tonto, de uno que juega el papel de tal. Es lo que hace Verbal Klint. Cuenta una historia grandilocuente tomando pequeños e imperceptibles detalles del propio entorno del policía. Hace una estrategia teniendo en cuenta al otro. En la carta robada Dupin le roba al ladrón con su mismo juego.
      Dice Cortazar que cuando murió Allan Poe, la leyenda de su vida empezó casi enseguida y al mismo Edgard le hubiera gustado estar allí para para ayudar, inventar, confundir a la gente y poner su imaginación al servicio de una biografía mítica.
Lo que quiere decir es  que el mito termina de construirse con nuestra lectura.
 
                   

Morir, para vivir

Por Diana Paulozky


“Ya llego, ya llego, - le dice Jacques Brel a la muerte, en un diálogo    hecho canción-  pero, si nunca   he hecho otra cosa que llegar”.

       Mientras que la propia muerte es impensable, inimaginable, son ellos, los poetas, quienes  pueden abordar el tema  de un modo sencillo y hasta coloquial. Es lo que, inteligentemente y con una profunda sensibilidad,  hace  Alejandro  Amenábar,  en su   película “Mar adentro”.
      Una vez más, el cine, aparece como el arte privilegiado para   captar las contradicciones y paradojas  de nuestra época.
 Películas como “Las invasiones bárbaras” o la recién estrenada “Million Dollar, Baby”,  tienen como protagonistas a luchadores, que no aceptan ser objetos de un entorno estandardizado. Sujetos que no aceptan la espera pasiva,  que manifiestan su deseo de morir, como prolongación del deseo de vivir.
      Esta vez, A. Amenábar, poniendo el proyector en un hecho real, conmueve, a la vez que  cuestiona a la sociedad, en sus principios éticos.
 Como V. Humbert, el joven francés que queda tetrapléjico, mudo y ciego por un accidente, la historia de Ramón Sampedro conmocionó a España con su lucha por obtener su derecho a decidir su muerte.
      Es el caso del joven español,  marinero aventurero,  que en agosto de 1968,  a sus 20 años, se arroja al mar sin medir la profundidad, y queda cuadripléjico, postrado durante casi 30 años, condenado a mirar la vida por una ventana, viviendo sin querer vivir.  Este caso, no sólo  reabre el debate de la eutanasia, sino que muestra que el deseo de morir, es lo que le dio sentido a su vida.
 ¿Quién decide morir o vivir en agonía? ¿Vivir de cualquier modo? ¿Quién establece  los frágiles límites entre normal-anormal, moral- inmoral?
¿Cómo se legisla vivir o morir con dignidad? ¿La aceptación de una vida de imposibilidad, es un acto de valentía o de cobardía moral?

      Cuidar la muerte.

Cuando J.Baudillard,   dice  que para salvar la vida humana es preciso salvar la muerte, permite centrar el tema en su verdadera dimensión.
      La muerte no sólo limita la vida,  la bordea, la define, le da sentido,  la delimita, en una permanente tensión. La injerencia política sobre la vida y la muerte revela esta  tensión entre las posibilidades de  vida y la libertad de decidir.
Como lo señala Montaigne, las leyes no se cumplen porque sean justas, sino porque tienen el peso de la autoridad, lo que se llama, fuerza de ley.
 De hecho, las leyes son para todos, pero deberían  soportar la crítica de sus resortes y prestarse al cuestionamiento de los avances de la bioética y el permanente ajuste a los cambios sociales. La mayoría de las veces, las leyes responden a intereses económicos y políticos de las fuerzas dominantes de la sociedad y se deja de lado el fundamento ético que las  sostienen.
Así, por ejemplo, desde qué ley se le responde al filósofo y pensador Jacques Derridá, cuando nos cuestiona en sus análisis sobre la crueldad. ¿Dónde comienza o termina el acto cruel. ¿Y si hubiera crueldad en no otorgar el derecho a la muerte? ¿Y si pudiera ser un acto de amor, el responder a un deseo, incluso el de morir?

Un deseo decidido.

A toda la opacidad que el tema de la muerte refiere, el director, A. Amenábar, que sí dimensiona la profundidad de las aguas en que se sumerge, la enfoca del lado luminoso, del lado de la vida, mostrando lo central del personaje: era  un hombre de deseo.
 En su libro“Cartas desde el infierno”, Ramón Sampedro nos entrega los fundamentos  en que basa su deseo de morir.
 “¡Por qué se escandalizan-exclama- si todos vamos a morir!”
 Y cuál es el escándalo,  sino que ese trotamundos impedido,   dueño de una personalidad tan fuerte como cautivadora, era un luchador de sensibilidad exquisita que  no se conformó con vivir de  música y palabras.
 El escándalo radica en que  ese apasionado, se atreve a renegar de su vida,   perturbando  el imaginario  social.
 Su permanente  reclamo, de  que se escuche su deseo particular, quiebra el sentido religioso y  conmueve los cimientos de una  ideología homogeneizante.
Su planteo no admite ningún extravío psicologista sobre la pulsión de muerte, ni cabe en ningún libro de autoayuda en la era “new age”.
¿Qué nueva locura, cuyo remedio no aparece en ningún Vademécum, trae el pedido de alguien, de ser escuchado en su particularidad?
¿Qué lugar se le da a la subjetividad del  deseo, en nuestra sociedad actual?
Al menos la creación artística inventa diferentes formas para captarlo. En este caso, A Amenábar ha interpretado el deseo de alguien que, paradójicamente,  vivía a través de sostener  su deseo de morir.

 El cine captó no sólo su poesía ( las escenas de vuelo rasante son de una estética increíble), también  le dio lugar a su entorno, a las coordenadas  sociales que causaron el acto final.
Cada espectador puede sentirse identificado con las distintas posiciones. Tienen lugar tanto los que se suman a su causa, como los que la niegan;  los que lo toman como objeto de amor, entendiendo el amor como una posesión, convirtiéndolo en una razón de vida, como los que establecen un lazo de profundo entendimiento.
El discurso de un cura, que en igualdad de condiciones, lucha de otro modo, con un planteo superficial y generalizado sobre el deber ser, deja en claro que el sentido del universal,  que no se ajusta a la particularidad, va unida a la falta de respeto, cuando no al cinismo.
En su  acto final, R.  Sampedro sí tiene en cuenta al otro.
 Cuida que no haya culpables y filma su propia muerte, bebiendo cianuro.
 El efecto no se hizo esperar. Más de dos mil personas que  se adjudicaron la colaboración  en su muerte, imposibilitaron la investigación.
 La presión social tuvo su peso.
Con  su acto final, el protagonista  hace  una inversión de lugares.
 Nos coloca a todos en pasivos espectadores de su decisión. Somos nosotros quienes miramos por su ventana.

El debate queda abierto.
 Un debate que, sobre las bases de la eutanasia, se centra en la libertad de decidir.
 Es un debate sobre el lugar de la particularidad, en este mundo globalizante.
Ramón Sampedro sabía que el deseo, indestructible, trasciende la propia muerte.
 No sólo es  un debate que recae sobre el sentido de la vida. Es principalmente  un debate sobre  el deseo de cada uno y el respeto por sostener esa  singularidad.
Su decisión nos confronta a un planteo ético, que en este caso está  enmarcado en la estética de su poesía.
Su deseo de morir hizo que su vida tenga ese sentido, el suyo.