jueves, 2 de junio de 2011

La caída (der Untergang)

Por Diana Paulozky

Con una excelente actuación de Bruno Ganz,  el director Oliver Hirscbiegel nos presenta los últimos momentos de un Hitler cercado por las fuerzas aliadas.
Conocemos la historia y los engranajes del horror que Spielberg hace 10 años mostró en “La lista de Schindler”.
  Spielberg hace una película sobre el holocausto y pone en la pantalla otra caída, la de la humanidad toda, en el infierno.
Hirscbiegel, (director de El experimento)  en cambio, pone el proyector en los últimos días del personaje Hitler.
 En ese sentido es una película menor, que deja fuera el horror y la magnitud de los hechos, o que se ocupa de un niño nazi, que se salva junto con la secretaria. (símbolo del nazismo que perdura?)
 Sin embargo ese es su valor, no los niega, pone el énfasis en un hombre resentido, pintor y soldado frustrados que lleva a cabo su delirio.

  El hilo del relato lo lleva la jóven secretaria de Hitler que asumiendo su ingenuidad, no se  perdona no haber reconocido la naturaleza de ese monstruo.
 Pero  es posible hablar de ingenuidad?
Hay ingenuidad o complicidad en quien se refugia en la comodidad del dejar hacer? Es imposible que no lo hubiera sabido.
Algunas críticas señalan que el film muestra a un Hitler humano. Eso es lo más atroz, pero lo mejor de la película: nos recuerda  que Hitler era, mal que nos pese, un ser  humano. Es la tesis de Hobbs: “El hombre es el lobo del hombre”.  Importa acaso que acaricie un perro o sonría a un niño, que escuche a Wagner o predique que el pueblo necesita cultivarse. Lo peor puede convivir con lo más sublime. 
 De todos modos no he visto gestos de humanidad en el film.
 Por el contrario vemos a un ser monstruoso lleno de odio y resentimiento que no le importa el otro (cualquiera sea), sino ganar la guerra. “Si la guerra está perdida, qué importa si las personas están perdidas”- dice.  Vemos a un Hitler que pone en escena una maquinaria kafkiana con el frío cálculo del perverso.
 Su resentimiento de sin clase  y sin estudio lo hace llegar a cualquier costo.  “Yo no fui a la academia pero conquisté Europa solo” – declama.
Podríamos pensar que los alemanes quieren mostrar al mundo, que no todos son Hitler y de hecho es así.
 Pero el perverso no actúa solo y la película muestra la responsabilidad de los cómplices tanto activos como silenciosos.
Cuando Berlín está derrumbándose, Hitler sigue sin piedad. “No les tengo lástima, las personas solas llegaron a esto. No los forzamos, ahora lo pagan. Ellos buscaron este destino”.
Finalmente hace ejecutar a los jefes que lo traicionaron y se enorgullece que a través de  los siglos,  quedará encendido el odio hacia el judaísmo internacional. “Si de algo me felicito es de haber salvado a Alemania del veneno judío”- dice.
Recordaba a  Piglia cuando dice  que el genio de kafka reside en haber entendido que si estas palabras podían ser dichas, entonces podían ser realizadas.
El mérito del film no sólo es  mostrar la manipulación de un  perverso, y la voracidad de su poder a cualquier precio,  sino que  por sobre todo, muestra que el perverso, no actúa solo.
  Es   responsabilidad de los que lo siguen, cegados por la fascinación.
Pero también es responsabilidad de los que dejan hacer, cerrando los ojos, y que con una complicidad silenciosa, ayudaron   a escribir  las peores páginas de la historia.


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