jueves, 26 de mayo de 2011

“El cisne negro” o la morbosidad superyoica

Por Diana Paulovzky
¿Qué mejor ejemplo de la morbosidad del Super yo, que lo que muestra  Darren Aronovsky en su film “El cisne negro”?
La película parte de  la realización fantasmática del “Lago de los cisnes” para internarse en el tema del doble, que es fundamental en la trama. Las escenas están siempre rodeadas de espejos que se multiplican, como soportes de  su delirio.
El personaje central, Nina, es una bailarina que busca la perfección para ser la ‘reina de los cisnes’. Perfecta como aquella, la otra, a quien  va a sustituir. Nina se debate entre dos mandatos superyoicos: uno, el de su madre, una ex bailarina fracasada, que le impone ser la niña buena, dulce e ingenua, que ella encarna en el cisne blanco. El otro, es el del director del ballet, que le ordena que extraiga  toda su pasión, que seduzca, que se masturbe, que sea sensual, visceral y perversa, para encarnar el cisne negro.  Mientras que un mandato le ordena ser débil, una pequeña niña dulce atrapada en un cisne, ella deberá arrancarse esa piel, para convertirse en una fuerza malvada que no puede controlar, según el otro mandato. Intentará salir del estrago materno para entrar en otra cárcel. Solo encontrará la libertad y paradógicamente,  la perfección buscada, en la muerte.

1 comentario:

  1. Dan ganas de ver nuevamente la película.Y excelente final el único acto mejor logrado es la muerte.

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